Delors personifica este “europeísmo de izquierdas” que ha edificado un monstruo tecnócrata al servicio de los mercados, gendarme asesino en las fronteras y aliado de Estados que violan sistemáticamente los derechos humanos como EE.UU., Israel o Turquía.
Delors también secundó las recomendaciones de las instituciones que impulsaron la globalización económica tales como desmontar el Estado del Bienestar, recortar los llamados gastos “improductivos” —gastos sociales, prestaciones por desempleo, sanidad, educación o dependencia— y centrar el gasto público en lo “productivo” —infraestructuras de transporte y energía— tal como indicaron Ramón Fernández Durán y Pilar Vega en 1994.
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